La Hispanoamérica del XIX nos ilustra sobre la España de hoy

Portada de Madre Patria, de Marcelo Gullo.

Quienes siguen este blog casero, de garaje, saben que mi análisis de la política diaria me ha llevado a proponer una teoría: la de la alianza franco-alemana como elemento central de la política actual, a la que se supeditan las acciones de muchos de los políticos españoles.

Pues ¿cuál no sería mi ilusión al encontrarme en esté revelador libro de D. Marcelo Gullo una referencia histórica tremendamente similar a mi análisis de la actualidad?

Lo que ocurre a día de hoy en España bajo la dirección franco-alemana, es idéntico a lo que ocurrió con Hispanoamérica en el siglo XIX bajo la dirección británica. El mismo bloqueo de la reacción de la sociedad a través de la manipulación cultural (hoy a través del control de los medios de comunicación), la misma utilización de dirigentes locales al servicio del colonizador, al servicio de Inglaterra, entonces, de Francia y Alemania hoy día.

Respecto de la conveniencia o no de revelarse frente a este tipo de intriga… solo hay que fijarse en cómo le ha ido a Hispanoamérica desde entonces.

Incluyo el texto de D. Marcelo sin modificar ni comentar, ya que creo cualquiera podrá ver las similitudes:

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Cap. 9: LOS «PUEBLOS ORIGINARIOS» CONTRA LA INDEPENDENCIA

Una gigantesca victoria inglesa

El estrepitoso fracaso del intento de ocupar militarmente el Río de la Plata (1806 y 1807) y las circunstancias de Europa hicieron que Gran Bretaña diera marcha atrás en la ya programada tercera invasión a ese territorio y que no volviera a contemplar la posibilidad de asumir la soberanía formal sobre alguna parte importante del Imperio español en América. Tiempo después, cuando comenzó a estar claro que el proceso político iniciado en 1810 con la constitución de las juntas en América desembocaría en la independencia de Hispanoamérica, Gran Bretaña se propuso tres objetivos fundamentales:

  • 1. Que el proceso de independencia de Hispanoamérica diera origen a la mayor cantidad de Estados posibles, es decir, a la fragmentación del territorio.
  • 2. Que los nuevos Estados hispanoamericanos adoptaran de forma irrestricta el libre comercio y se incorporaran al mercado mundial —cuyo centro era Inglaterra— como simples productores de materias primas.
  • 3. Que cada uno de los nuevos Estados se endeudara con la banca inglesa para que la deuda constituyese el «lazo invisible» que atara a las nuevas repúblicas a la voluntad de Inglaterra.

Es importante recordar que el éxito de la política británica en la América española fue absoluto.Terminado el proceso independentista, Hispanoamérica se fragmentó en dieciséis repúblicas impotentes; es decir, en dieciséis fragmentos anónimos del mercado internacional. En 1825, la deuda externa de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas con la banca inglesa era de un poco más de 17 millones de libras, cantidad que se distribuía de la siguiente manera: la Gran Colombia —que abarcaba las actuales repúblicas de Venezuela, Ecuador, Colombia y Panamá—, 6,75 millones; México, 6,40 millones; Perú, 1,82millones; Chile, 1 millón; Argentina, 1 millón, y América Central, 0,16 millones. Si a estas cifras se le agrega la deuda del Imperio brasileño por valor de 3,2 millones de libras, resulta que la deuda de Iberoamérica llegó a representar el 46,6 % del total de las deudas estatales del planeta. La deuda se convirtió en una carga insoportable para las jóvenes repúblicas, que se transformaron de facto en semicolonias de Gran Bretaña. En 1946, Argentina logró pagar su primer empréstito más de cien años después de haberlo contraído. En 1952, Venezuela consiguió cancelar la deuda que había heredado de la Gran Colombia y no fue hasta 1977 cuando Ecuador hizo lo propio.

Esta gigantesca victoria inglesa supuso la disolución del Imperio español, la balcanización de Hispanoamérica y la conversión de las nuevas repúblicas en semicolonias de Inglaterra. Pero de nada de esto fueron responsables las masas indígenas, que siempre se mostraron contrarias a la independencia. Como hemos visto, los quechuas, los mapuches o los guajiros se mantuvieron fieles a la Corona española, de modo que la responsabilidad recae en las clases altas hispanoamericanas, a las que únicamente les interesaba el libre comercio con Gran Bretaña; en la pequeña burguesía, subordinada culturalmente al imperialismo cultural franco-británico, y, sobre todo, en el tozudo absolutismo de Fernando VII, que fue el que en la práctica «obligó» a muchos americanos a luchar por la independencia.

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