
Intentemos analizar lo que ocurre en Ucrania, la invasión Rusa de Crimea en 2014 (etapa Obama) y la actual amenaza de nuevos avances rusos ahora con Biden, aprovechando los conocimientos que nos ofrece el gran libro de Alain Minc, un economista, asesor político y empresario francés de ascendente judío polaco.
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Como cuenta Minc, Alemania es un aliado tradicional de Rusia. Una afinidad que creció en las últimas décadas del siglo XX, acompañada de un también creciente antiamericanismo. Dos caras de una misma estrategia germana de expansión hacia el este. Una estrategia silenciosa ya que, a diferencia de Francia, Alemania suele ocultar su juego. Busca resultados, no prestigio y brillo.
Si miramos desde ese punto de vista la dependencia europea del gas de Rusia, es muy probablemente intencionada. Parte de un trato entre ambos, en el que a Alemania no le importa aparecer como el débil. Rusia se lucra y obtiene poder gracias a que Alemania ha vuelto a Europa dependiente de su gas. Pero, en realidad, eso también vuelve a Rusia en la práctica dependiente de Alemania, que es quien le proporciona prosperidad e influencia.
Es decir, los favores y presiones entre Rusia y Alemania son bilaterales. Tanto aprieta Rusia con su poder militar como Alemania con la economía y control de Europa. Ambos se mueven por separado, pero bailan juntos.
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De cara a los objetivos, sin duda Putin busca internamente un prestigio nacionalista con sus conquistas. E influencia externa con sus demostraciones de fuerza. Es un autócrata clásico.
A su vez, Alemania lleva décadas avanzando en el control de Europa. Hacia el Este, con el visto bueno de Rusia como contrapartida a sus favores, y hacia el Oeste, solo hay que ver el avance en la fragmentación de España (recordemos a Puigdemont paseando libre por Alemania) y la implantación de las grandes empresas alemanas y francesas. El objetivo parece ser una Unión Europea grande, del tamaño de las grandes potencias actuales, dirigida en la práctica por Alemania. Su zona de expansión política y económica, a día de hoy aún compartida con Francia, por necesidad.
Solo hay que fijarse en las relaciones exteriores de Europa, muy habitualmente realizadas directamente por los presidentes de Francia y Alemania, no de la UE. O el contraste entre el silencio ante los nacionalismos antidemocráticos en España y el ruido ante cualquier pecado democrático menor en Polonia o Hungría, países que se resisten al control alemán. El objetivo de control francoalemán de la UE es cada vez menos disimulado.
Visto así, quizá no resulte tan sorprendente que Putin también intrigase en favor de Puigdemont y que ahora la UE se rasgue las vestiduras al respecto, pero sin tomar ninguna medida práctica, claro. Un juego habitual.
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Al analizar la actualidad ucraniana desde este punto de vista, entiendo que la posición alemana es mixta.
Por un lado le interesa que los países del este de Europa teman a Rusia y sepan que Alemania tiene la llave que regula su amenaza. Eso le sirve para someterlos, para que acepten su dirección. Y, además, al entregar parte de Ucrania a Rusia alimenta su alianza bilateral y disminuye el tamaño de Ucrania, lo que la haría más manejable una vez incorporada a la UE.
Por el otro lado tampoco puede dar demasiado poder a Rusia, frente a cuyo poder militar Alemania aun necesita a EEUU. La aportación militar de Francia no es suficiente y Alemania aun no cuenta con un ejército europeo poderoso y dirigido por ellos.
Así que precisa a la vez el permiso y la garantía de respaldo de EEUU para actuar. Por eso ocurre en momentos de debilidad exterior de EEUU. Con Obama o Biden pero no en la etapa de Trump, que exigiría un apoyo claro contra la invasión rusa o se desligaría por completo. Alemania necesita que EEUU garantice que frenará a Rusia cuando les convenga y a la vez que no exija un compromiso alemán sincero a cambio.
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Complicado y sucio, como suele ser la política. Y peligroso, porque así se montan las guerras. Cuando los intereses de los distintos países facilitan que vayan creciendo las autocracias militares (China, Rusia, Irán, Cuba, Turquía…).
También Alemania alimentó en su día el comunismo contra Rusia (Lenin…). Y luego el nazismo para hacer frente al comunismo.
También los pacifistas suelen tener intereses. Aunque sean más personales, de promoción política personal. El deseo de paz hace que el líder apaciguador se venda bien, sólo hay que recordar a los inicialmente prestigiosos Balwin o Chamberlain, dignos predecesores de Obama y Biden.
No good vibrations! No son buenos tiempos para las libertades y las democracias. Más nos vale reaccionar.
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P.S.1 (24 feb 2022) Trump avisó hace tres años de esto. Pero nadie quiso escuchar.
P.S.2 (19 jul 2022) Un gran artículo de Patrick Wintour en The Guardian sobre la colaboración de Alemania con Rusia desde los años sesenta. Y como Alemania no ha atendido a las contantes advertencias de que estaba alimentando a una dictadura agresiva.
‘We were all wrong’: how Germany got hooked on Russian energy
Tanto me ha gustado que le he hecho un hilo en tuiter.