
Dice Iván Redondo que la manera de afrontar cualquier cuestión en política es tener en cuenta que uno primero siente y luego piensa. Hay que manejar las emociones.
Redondo es el principal asesor de Sánchez. Que sin duda asume la regla y la aplica con radicalidad.
Mostrando un desprecio absoluto por la coherencia, por la razón. Solo importa transmitir en cada momento las emociones que le beneficien.
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Y eso es un peligro.
Una cosa es maquillar con emociones la realidad, en eso consiste la publicidad, pero otra cosa es lo que vemos hacer a Sánchez: utilizar las emociones para sustituir a la realidad, renunciando a la razón. Sánchez, un vendedor de buen rollito. No hay luto, no hay mala gestión, somos los mejores…
Pero eso también abre otra puerta. Sólo en una sociedad que ha renunciado a valorar la coherencia se puede tener como vicepresidente a un seguidor de Chavez-Maduro previniéndonos frente a los ataques a la democracia por parte de EEUU o de una supuesta ultraderecha española.
Es un absurdo pero también un peligro.
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Y me hace reafirmarme en la necesidad de regeneración de nuestros medios de comunicación. Es peligroso que hayan llegado a tal nivel de sectarismo como para renunciar al mínimo control. A una mínima exigencia de coherencia y realismo.
La democracia, las libertades, el bienestar… son bienes demasiado valiosos para descuidarlos. Y la razón nos dice que se pueden perder cuando se renuncia a defenderlos. Cuba, Venezuela, Nicaragua… existen. El clientelismo peronista en Argentina o el recorte de las pensiones en Grecia con Syriza, también.
Y lo mismo diría para la política de ámbito europeo. Las dictadura militarista rusa o la económico-militar china también son reales. Dejar que la pasta de dientes salga del tubo es fácil. Volver a la situación anterior, no.
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