La promoción del odio, el prejuicio y la discriminación

Mi generación, la de la Transición, se caracterizó por el rechazo a los odios y los prejuicios. La sociedad dejó atrás las imposiciones de la dictadura y abrazó la libertad de una democracia que entendía como integradora.

Todos éramos feministas, entendido como igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Todos éramos demócratas, entendido como aceptación de la diferencia de opinión. Así se creó la sociedad actual. Sin ira, libertad, decía la canción.

Pero esas no son las bases que definen la política actual. Hoy el gobierno, cuando se define feminista, no habla de igualdad sino de males pasados, tacha de trifálica a la oposición y apela a la discriminación positiva de la mujer. Cuando habla de memoria desentierra a Franco ¡literalmente! y busca revivir las peores afrentas del pasado. A ser posible afrentas sobre las personas de más marcada posición ideológica, que se verán necesariamente respondidas por otras afrentas igualmente duras pero de orientación ideológica opuesta (una cosa es no buscar odios y otra dejarse manipular sin responder)

Lo que en la Transición fue apagar odios, rechazar discriminaciones y eliminar prejuicios, es hoy lo opuesto. Hoy a la juventud se le enseña que lo importante es estar en el bando supuestamente bueno, desde el que es aceptable alimentar odios, diseminar prejuicios e implantar discriminaciones.

Así hay que leer la actualidad: se recuerda el franquismo (siembra de odios), se califica como facha y extremo a quien opine distinto (se alimentan prejuicios) y se indulta a golpistas y libera a presos de ETA antes de que cumplan su condena (se aplica discriminación positiva).

No good vibrations! Los odios, prejuicios y discriminación son herramientas que funcionan a largo plazo. Como dicen, es fácil sacar la pasta de dientes del tubo pero no volver a meterla. Es fácil sembrar odios, prejuicios y dar aceptación a las discriminaciones, pero no eliminarlos luego.

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