La batalla final
J.D. Vance ha pronunciado en Múnich un discurso histórico, de esos que invitan a reflexionar sobre una secuencia que marca el rumbo de nuestra época:
En los años 40, con Churchill como líder emblemático, se acabó con el nazismo, una mutación particularmente agresiva del socialismo conocida como Nacional Socialismo. Sin embargo, la URSS permaneció en pie.
En los 90, con Reagan al frente, se derrotó al comunismo soviético, una variante igual de cruel pero de efectos más corrosivos. No obstante, los globalistas siguieron en la sombra.
Hoy, con Trump en el horizonte, llega el momento de erradicar la forma actual del socialismo: el globalismo de raíz fabiana. Una variante gradualista y reformista, el último bastión de este cáncer político.
Estamos ante la última gran batalla por preservar la democracia y las libertades frente al socialismo. Porque la historia nos ha enseñado una lección clara: no existe un socialismo benigno.
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El socialismo como ideología colectivizadora
El socialismo es, en esencia, una ideología colectivizadora: manipuladora y contraria a las libertades individuales. Se nutre de grandes ideales que, en la práctica, sirven para dividir a la sociedad en grupos enfrentados, facilitando así el ascenso al poder de sus líderes. El socialismo fabiano de los globalistas actuales no es una excepción, aunque se revista de una apariencia inofensiva.
Desde sus orígenes en el siglo XIX, el socialismo identificó a la clase trabajadora como su colectivo elegido, victimizándola para justificar la llamada lucha de clases. Esta narrativa prometía que, tras la victoria, sus dirigentes tomarían el control. En realidad, el socialismo se reveló como una herramienta política: agrupa voluntades, fomenta el conflicto entre colectivos y allana el camino al poder para quienes lo dirigen.
El nazismo empleó el mismo mecanismo, aunque cambiando el foco al colectivismo de la raza aria. Lo mismo hicieron el fascismo, el falangismo y los nacionalismos contemporáneos.
Por su parte, el Globalismo fabiano transforma la lucha de clases en una lucha de múltiples colectivos —mujeres, el colectivo LGBT, inmigrantes—, pero el método sigue siendo idéntico: victimizar, unir y enfrentar para consolidar el poder.
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El capitalismo no es otro colectivismo
Quizá deberíamos hablar de colectivismo en lugar de socialismo, porque el problema no reside en los hombres, los heterosexuales, los judíos, la democracia liberal o el capitalismo —todos ellos señalados como enemigos por los líderes colectivistas en distintos momentos—. La clave está en el mecanismo: agrupar voluntades para victimizar y liderar.
Es cierto que existen el machismo, la homofobia o los abusos de poder de algunos privilegiados. Pero estos no son instrumentos diseñados para colectivizar y enfrentar a la sociedad. Son, más bien, prejuicios y ambiciones personales que deterioran la convivencia, no ideologías de manipulación.
Tampoco la democracia ni el capitalismo son colectivismos. Ambos son estructuras de convivencia, no herramientas de control. La democracia sustituye la autoridad personal por la ley, equilibra poderes y da voz a la sociedad. El capitalismo, por su parte, organiza la producción y el intercambio de bienes a través del libre mercado, permitiendo acumular capital para grandes proyectos. Son reglas del juego, no otras ideologías de confrontación como muchas veces pretenden algunos desde el socialismo.
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Por qué esta podría ser la última batalla
Considero que esta tercera batalla contra el socialismo podría ser la definitiva por una razón: una vez identificado el mecanismo subyacente —la colectivización frentista—, el enemigo se vuelve reconocible y prevenible. Ya no tendríamos que combatir cada variante por separado —comunistas, nacionalistas, globalistas—, sino que podríamos fortalecer las democracias con herramientas que impidan el desarrollo de este cáncer para la convivencia.
La victoria no está en derrotar a una forma de colectivización concreta, sino en desmantelar el método que los utiliza. Si lo conseguimos, habremos ganado no solo una batalla, sino la guerra contra este tipo de manipulación frentista. Y, aunque seguro que aparecen nuevos enemigos de las libertades y la convivencia, habremos dado un paso en favor de un futuro más basado en la libertad y la cooperación.
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P.S.1 (28 feb 2025) He reescrito toda la entrada con Grok tras desarrollarla, para que se entienda mejor la idea. En realidad es casi una nueva entrada. Pido disculpas pero creo que valía la pena.
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Muy interesante. Gracias.
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Gracias también, un placer.
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En mi familia estamos en total acuerdo con lo correcto. Ojalá podamos derrotar esta vieja, pero disfrazada de nueva, amenaza.
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