La fortaleza y debilidad de las democracias frente al socialismo

Es habitual contraponer el socialismo al capitalismo o incluso a la democracia liberal. Como si fuesen algo similar y opuesto. Y no es así.

El socialismo es una ideología, una herramienta para agrupar voluntades. Lo que en el libro Sapiens hubiesen calificado como una ficción colectiva que permite a grupos humanos colaborar en gran escala.

La democracia o el capitalismo, aunque están basados en valores o ideas, no son ideologías. Son estructuras sociales de convivencia. Reglas para convivir limitando la opresión o para producir e intercambiar bienes.

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Esta diferencia es la que hace tan vulnerable la democracia y el capitalismo. Al ser tan solo reglas de convivencia, no agrupan voluntades. Y la sociedad sólo las defiende cuando algún grupo establece como ideología el aviso de que pueden perderse.

El socialismo, sin embargo, siempre está activo. Siempre busca incorporar nuevos fieles, perdón, seguidores. Siempre busca más poder.

Esta es la debilidad de la democracia y del libre mercado.

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Pero también es su fortaleza.

Cuando el socialismo consigue suficiente poder lo primero que hace es acabar con los equilibrios de poder de la democracia y la propiedad privada en la que se basa el capitalismo. Y al hacerlo arrastra a la sociedad a un desastre de pobreza y falta de libertades.

Por eso la sociedad, cuando tiene tiempo para reaccionar, acaba defendiendo las reglas de convivencia frente a las ideologías. La seguridad, la prosperidad, las libertades… la democracia y el libre mercado.

Y en eso estamos en estos tiempos. Defendiendo las naciones democráticas frente al socialismo globalista que ya muestra su cara fea de inseguridad, falta de libertades y empobrecimiento.

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